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Ricardo Máiz

El horario del reo

Ricardo Máiz | 07 de mayo de 2014

Durante años, los pescadores de reos hemos deseado una justa modificación en el horario de su captura. Pedíamos, bueno, llorábamos a la Administración, tan siquiera un aumento en minutos, tanto en el inicio o amanecer como para el ocaso.

La Administración, siempre amparada en los extraordinarios conocimientos de sus técnicos, no ha sido capaz de distinguir la cosa reo de la cosa trucha. Las truchas dependen totalmente del medio, de la calidad de sus aguas. Se han promulgado normas y leyes para mejorar -en un principio, para solucionar- el problema de su imparable declive hasta el exterminio. La técnica y los conocimientos biológicos de quienes mandan, concretan en sus conclusiones que el mal de los ríos, la desaparición de nuestras amadas pintonas, no es ni más ni menos que el exceso de cañas y la falta de respeto a las medidas acordadas. Mientras tanto, el pobre pescador, franquea las riberas de ríos y regatos con una pinza en la nariz por culpa del hedor que los vertidos de los desagües de cochiqueras, fábricas de todo tipo y arquetas de aldeas y pueblos, se excretan con la libertad de quien se tira un pedo, al regato, al canal, al río. Si la cofradía de pescadores de Noia supiese la cantidad de lodo que vierte el Tambre sobre sus campos para el cultivo de bivalvos, no se quedaría de brazos cruzados. Desde mediados de agosto hasta octubre, toneladas de lodos procedentes del turbinado de aguas bajas del embalse Barrié de la Maza, se esparcen por la Ría de Noia depositando gran parte de toda esa mierda desde la desembocadura del río hasta más allá del Testal.

Demasiadas cañas, dicen. Demasiadas infracciones, digo. En abril de hace dos años (nunca me olvidaré), la Guardia Civil sancionó a un chiquillo que pescaba con su padre, un niño que aprendía a disfrutar de la vida lejos de la Play Station, por atentar contra el gran entramado de normas para la pesca. Tenía una trucha, la primera que pescó en su vida, pero, ¡maldito furtivo!, ¡maldito delincuente habitual acorralado!, le faltaba un centímetro para cumplir con el reglamento. Pobre padre. Los tres pescadores testigos de tamaña agresión, no fuimos capaces de convencer a una autoridad que presume de instruir antes de sancionar. A saber si la sensación de violación con el despojo de su caña, cesto y botas, no le deja marcado para siempre. Desde luego, este chiquillo no vuelve a pescar en su vida.

Durante muchos años, los mismos biólogos de siempre, han marcado la pauta imponiendo su criterio en cuanta normativa o ley se fragua en la Consellería. La avalancha de informes de sociedades o, incluso, de personal responsable del control de todas las cuencas acuíferas del país gallego, demuestran que el mal de los ríos es única y exclusivamente la mala calidad de sus aguas. Los pescadores somos testigos de informes que incriminan a ciertas empresas porque hemos acompañado a la guardería o a la policía autonómica a tomar muestras de vertidos y hemos visto el texto de los partes que se enviaban al M.A.N. Solo cabía esperar sanciones ajustadas al baremo que se había estipulado para este tipo de delitos. Esto ocurrió hace seis y siete años y aún hoy, algunas sociedades denunciantes esperan atónitas a que, al igual que los papeles de Gürtels, Pokemons y Patos, salgan a relucir. Aún así, seguro que esas denuncias figuran como “desestimadas”. Asunto resuelto.

La visita del reo a los cursos que dan al mar para reproducirse, depende en gran medida de la calidad de las aguas de estos ríos. De nada sirven sus puestas en aguas de lodos o contaminadas porque, ni las huevas ni los escasos alevines eclosionados, soportarían la falta de oxígeno o la abundancia de patógenos letales para su desarrollo. Aún así, los alevines de reo nacidos en aguas de otra condición, vuelven al mar para iniciar una sucesión de ciclos mar-río y perpetuar su especie. No se entregan al deporte de su pesca como lo hace la trucha; no están en el río todo el año, toda la temporada a disposición de las habilidades del tonto de la película, el pobre hombre que lleva una caña en su mano.

Su entrada es de todos sabido (salvo algunos iluminados con poltrona) que depende de la llamada de agua dulce en los estuarios y eso ocurre con las lluvias de Abril y Mayo que dejan pocos ejemplares en el curso fluvial y, el grueso, desde finales de Septiembre hasta Octubre. Este último período contempla la subida escalonada de estos peces y también su salida inmediata si las aguas no son lo mínimamente aptas para su función reproductora.

Los pescadores de reo, han tratado de instruir a los señores de la norma de manera continua desde hace muchos, muchos años. Estos sabios orondos y lirondos, nunca dieron importancia como se le da en Asturias o en cualquier país visitado por esta maravillosa y deportiva especie. Tampoco dieron importancia al simple hecho de que los acotados en los cursos bajos de estos ríos estaban afectados por las mareas (en el Tambre, como en otros ríos, la marea llega al refugio, casi a mitad del acotado) y la pesca del reo nunca fue efectiva ni con marea baja hasta el anochecer. Este pez se muestra activo con poca o ninguna luz, tanto en la noche como antes del amanecer; característica en todos los acotados. En algunos, les salva la buena cantidad de corrientes y pozas sin agua salada que los surcan. No hay duda, tiran de la puerta para entrar, cuando en ella figura un cartel que dice “empujar”.

Después de luchar muchos años, Casal y Segura confeccionaron un cuadro de horarios donde se reseñaba minuto a minuto el orto de cada día, demostrando así que de Burela a Tui, se alcanzaba una diferencia de más de diez minutos en ese punto del día. Un pescador del norte de Galicia, disfrutaba de una pequeña pero importante diferencia en minutos que otro deportista haciéndolo en ese momento en el sur. Parece una tontería pero, diez minutos en esos momentos, son importantísimos para pescar reos. El señor Borregón lo entendió así y como dedicó muchas horas a escuchar las peticiones o sugerencias de los clubes, a bajar con su pierna enyesada a pié de río en un día de lluvia como pocos, a discutir acompañado de directivos de un club con responsables mayúsculos de Unión Fenosa y a tener oídos para la guardería, aceptó y aprobó el nuevo horario. Borregón tuvo al enemigo en casa y lo sabía, pero nada pudo hacer por complacer a los deportistas del palo con hilo y ganchito ni adaptar normas de los tiempos de Matusalén a lo contemporáneo. El sucio juego que subyacía bajo sus pies, se acomodó implantando con todo el descaro y arrogancia, la prusiana regla de dar la espalda a los pringados, los pescadores.

Hoy, leo la nueva normativa aplicable a la presente campaña y me encuentro con que se cargan por decreto la “propina” de los diez minutos que tanto costó conseguir. ¡Qué huevos! Ni derechas ni izquierdas. La historia se repite. Que malos son. No tienen ni puñetera idea.

España va bien y, dadas las circunstancias, como no hay crisis, no hay paro; subo el permiso de reo á 8 euros y les jodo diez minutos. Se tiran un cuesco tamaño extra largo, cargándose con plena consciencia una disciplina milenaria destinada a la pesca de mariscas en nuestro país gallego: el risco. A mediados de la pasada temporada, incrementan el precio de los permisos, un relámpago que ciega por completo el intelecto. Al inicio de esta campaña, todavía no se habían distribuido las guías de pesca y para dejar claro quién manda, le recortan el número de permisos a las sociedades cuando éstas ya habían sorteado el cupo de cotos cuyo número no podía ser alterado, dado que en la renovación del convenio de colaboración con el M.A.N. no se contempla esta puñalada por la espalda que a todas luces, nos permite comprobar el poco respeto que la Administración muestra para con los Clubes. Esto sí es una auténtica ignominia, un ninguneo más. Con los nuevos nombramientos, vamos de culo y cuesta abajo.

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