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Portodemouros, una presa pionera

Trueiro  |  23 de julio de 2014 (15:04 h.)
El embalse y central hidroeléctrica de Portodemouros. Fotos: Puri Sangiao

A la vista resulta impresionante por sus dimensiones, pero tal vez más apabullante parecía a principios de los años sesenta desarrollar un proyecto que se convirtió en todo un referente a nivel europeo.

El embalse y central hidroeléctrica de Portodemouros –esta última ubicada en el límite entre los municipios de Arzúa y Vila de Cruces– fue inaugurada el 1 de marzo de 1968 después de un lustro de obras. Tras sus paredes, se esconden las historias de las 2.000 personas que participaron en la construcción de una presa cuyo caudal convertido en energía eléctrica se deriva a una red que se extiende por toda España.

Poco antes de que la iniciativa se pusiese sobre la mesa, en la zona había una pequeña central hidroeléctrica –justo antes del puente San Justo (Cruces)– propiedad de la familia Salgado. Se trataba de una infraestructura ya algo anticuada y que difícilmente podría aprovechar las crecidas del río Ulla durante los fuertes temporales del duro invierno. La presa cambiaría pronto de propietarios, ya que por orden del 10 de noviembre, el por aquel entonces Instituto Nacional de Industria (INI) se autorizaba a la empresa Hidroeléctrica de Moncabril SA “el aprovechamiento hidroeléctrico integral de la cuenca del río Ulla, mediante la construcción de ocho saltos” de agua en el curso de río Ulla. De todos ellos, el único que se llevó a cabo fue el de Portodemouros, que se perfiló desde el primer momento como la presa de cabecera. El ambicioso proyecto se acometería conjuntamente con la constructora Goysa-Walsh.

El embalse ubicado entre Arzúa y Vila de Cruces cumplió 46 años desde su puesta en funcionamiento.

La zona donde se ubica el embalse fue escogida por las características de su entorno natural. Finalmente se eligió la construcción de lo que se denomina una presa de “materiales sueltos”. Gran parte de la infraestructura está cimentada en roca, a excepción del estribo derecho de la misma, que se erige sobre tierras.

La macroactuación supuso el traslado de la aldea agoladense de Brocos –casas, la iglesia y el cementerio incluidos–. De hecho, la sequía de hace tres años dejó entrever las paredes de las viejas construcciones sepultadas bajo el agua del Ulla. La estampa causó gran expectación entre vecinos y visitantes que recorrieron la zona para observar las ruinas.

El inicio de las obras de la central hidroeléctrica de Portodemouros, que comenzaron a finales de 1963, llegó como agua de mayo para los vecinos de la zona, ya que supuso una fuente de ingresos, dado el elevado número de contrataciones realizadas en los casi cinco años que duró la obra. La construcción de la central hidroeléctrica no estuvo exenta de dificultades. Según apunta Ramón de Colsa Abreu, que fue jefe de obra de la presa, se tuvieron que tener en cuenta varios factores para obtener una infraestructura duradera.

Una de las grandes novedades fue la construcción del aliviadero, preparado para evitar que el agua pase por encima de la presa, ya que “esto la destruiría”. Las impresionantes dimensiones de la presa de Portodemouros, con un volumen total de obra de fábrica de 2.337.000 m3, y su adaptación al Reglamento de grandes Presas, suscitó “numerosas visitas de la Comisión Mundial de Grandes Presas” a las obras, dado que la construcción se había perfilado como ejemplo a nivel internacional.

La primera fase de la actuación comprendió “dejar en seco el ámbito en que se construiría la presa. Para ello, se hizo en una ladera un túnel con capacidad para desaguar la máxima crecida anual”, indica De Colsa. Con el área ya totalmente seca, se procedió a “la limpieza del fondo y de las laderas del río hasta llegar a zona sana para el cimiento de la presa”.

En la obra trabajaron alrededor de 2.000 personas.

Con una base bien establecida, empezaron los trabajos más duros. “En la presa trabajaban 15 grandes excavadoras, 50 dúmperes de 35 m3, 200 camiones en carretera, 10 buldózer de máxima potencia, compresores, taladradoras y un sinfín de elementos auxiliares”, afirma. Recuerda De Colsa que el ruido de toda la maquinaria podría oírse hasta en Santiago, si el viento soplaba en esa dirección.

Las adversas condiciones meteorológicas provocaron ciertos retrasos en las obras, sobre todo en aquellas zonas en las que se aplicaba arcilla, donde “solo se trabajaba en la temporada de verano”. Hubo también ciertos momentos en los que los trabajadores tuvieron que parar, sobre todo cuando el Generalísimo acudía a la zona para practicar la pesca del salmón, una afición que también lo llevó a puntos como el coto vedrés de Ximonde.

El proyecto se convirtió en una referencia en Europa.

Con los plazos de finalización muy cerca y bastante trabajo por delante, las labores de finalización del proyecto se intensificaron. Así, y según relata De Colsa, “a partir del uno de mayo, los lunes de madrugada, al filo de las cuatro empezaban a rodar los autobuses desde las plazas de los pueblos próximos a la presa para traer, todavía dormidos, a los operarios cuyo turno empezaba a las seis de la madrugada”. Las tareas se repartían en “tres turnos diarios hasta el domingo siguiente a las seis de la mañana, en que se paraba solo para el mantenimiento”. Unos vistosos letreros aclaraban que “aquí se trabaja en festivo con permiso de la autoridad civil y eclesiástica”. Los horarios casi continuados y el refuerzo de trabajadores permitieron que finalmente se pudiese inaugurar el embalse de Portodemouros el uno de marzo de 1968. Sin embargo, no fue hasta el 30 de abril de ese mismo año cuando se dio cuenta en la junta general de accionistas de la empresa Moncabril de la puesta en funcionamiento de la central hidroeléctrica de Portodemouros.

Según los datos aportados por Gas Natural Fenosa, se trata de una estructura subterránea que consta de una nave de 11,5 metros (m.) de anchura, 12,5 de altura útil máxima y 49,9 de longitud. El acceso a la central está constituido por un túnel de 117,25 m. de largo y con una altura de 5,5 metros. El primer punto de parada es la llamada sala de excitatrices, donde se pueden ver recubiertas por una bóveda de hormigón las dos turbinas creadas durante la construcción del embalse. Según indicó el subdirector de Unidades Hidráulicas de Gas Natural Fenosa, David Pérez, estas dos turbinas componen la primera fase para la conversión de la fuerza del agua en electricidad. “Esa energía se incorpora a la red general y se distribuye por toda la península”, explica.

La cantidad de agua que se traslada a través de las tuberías está regulada por una “válvula; una especie de plato que gira o no dependiendo de la cantidad de agua que se necesite”. El paso del agua hace girar los ejes para finalmente transformarlos en energía eléctrica en el alternador. El funcionamiento de la planta busca “mantener unos niveles de suministro y equiparar el consumo y la demanda existentes. Para su puesta en marcha o parada, se llevaron a cabo una serie de modernizaciones, de modo que “desde la automatización de los sistemas está todo centralizado en Ourense”, donde se encuentra la central principal de la firma. A mayores, desde la sala de control de la propia central se pueden ver los posibles fallos en la maquinaria. Toda una obra de ingeniería que permite ofrecer un servicio básico como la energía eléctrica.

Tercera turbina para el caudal ecológico

-A las dos turbinas originales, cabe añadir una tercera que se habilitó más tarde en la central para producir el llamado “caudal ecológico”. Según explican desde Gas Natural Fenosa, “la toma de caudal para este grupo se ha efectuado realizando un injerto en la tubería forzada existente, destinada al Grupo II -una de las turbinas originales-. La conexión se localiza justo aguas arriba de la válvula de guarda de dicho grupo, para no afectar las maniobras de apertura y cierre de este. De este punto, parte una tubería forzada de unos 17 metros de longitud que termina en la entrada a la turbina”, concretan.

-Para mantener las máximas condiciones de seguridad en la central, además de encontrarse automatizado, desde la sala de mandos se realizan controles constantes al funcionamiento de la maquinaria.

-En los niveles más inferiores de la central se encuentran las galerías. Todas ellas cuentan con unos aforadores, que miden y controlan las filtraciones. Además, se realizan una serie de auscultaciones y comparando los datos con otros anteriores para corroborar su buen funcionamiento.

Texto: Susana Formoso

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