El comienzo de la temporada de pesca ha sido la más triste de mi vida y llevo pescando en los ríos de Galicia unos 50 años. Ha sido un comienzo convulso, tornándose la ilusión por morrocotudo cabreo por numerosas causas, detalladas en las páginas de este número de Trueiro.

En febrero de 1991 recibí la llamada del entonces Jefe de Servicio de Recursos Cinegéticos y Piscícolas de la Consellería de Agricultura, Ganadería y Montes, Carlos del Alamo, para pedirme si podía colaborar en mi condición de pescador para la elaboración de la nueva Ley de Pesca de Galicia.

Desde el comienzo de esta puñetera crisis venimos observando con cierto estupor, como van cayendo medios de comunicación especializados, dejando sin voz a un colectivo amplio y deseoso de tener noticias sobre lo que más le gusta, la pesca.

Cuando me enteré que el director, editor, presentador y todo lo demás (que era todo) de Ríos e Montes pasaba a otro programa, de lunes a viernes, por la tarde, pensé en que se buscaría la fórmula para que Ríos e Montes pudiese mantener su espacio en la parrilla, que en el idioma de Rosalía se dice ‘grella’. En mis diez años de antena en Radio Coruña SER y Radiovoz he visto de todo y hecho muchas horas diarias de micro. Algunos no se imaginan cuantas.

La actual Dirección de la Radio Galega ha dejado a los pescadores y cazadores absolutamente alucinados y bloquiabiertos. Con la supresión -que el colectivo entiende como caprichosa e injustificable- del programa “Ríos e Montes”, las directivas y directivos de la emisora autonómica -que pagamos todos los gallegos- han puesto sobre el tapete su nulo compromiso con la vocación de servicio público que la Radio Galega debe representar y ejercer con estas actividades.

Recuerdo, aún con el frío metido en los huesos, la repesca que se hacía en Pontevedra aún no hace tantos años. Los pescadores se daban cita en la puerta de la Delegación de la Consellería y el guardia jurado iba dando número así como llegaban.

Reconozco que cuando empezó a caer agua a Dios dar fui de los que sonrieron con la boca grande. Que cuando siguió cayendo aún mantenía la buena cara mientras el personal no pescador miraba al cielo pidiendo una tregua.

La primera vez que se expuso frente a la opinión pública el peligro de los efectos del DDT en el medioambiente fue a través de la publicación del libro que lleva por título “Primavera Silenciosa” escrito por la divulgadora estadounidense Rachel  Carson.

Amén de que el titular vaya ‘a huevo’ por la climatología, no voy a escribir de tormentas meteorológicas, más bien de ciclogénesis metafóricas. En este ejemplar en papel de Trueiro escriben los pescadores, ergo los ríos, y si hacemos un repaso nos damos cuenta de que están representados muchos núcleos vitales para el futuro de la pesca con caña en este país.

Y es que no nos damos cuenta de la tremenda importancia que el agua tiene para la vida, para toda clase de vida, hasta que nos falta o hasta que nos la encontramos envenenada por la codicia, por la desidia, o por la falta de conciencia y mucho de ello debido a que luego no se pagan las consecuencias de dichos errores, o males conscientes, porque la administración se pone una venda en los ojos no vaya a ser que se pierda algún empleo más, sin darse cuenta que “pan para hoy es hambre para mañana”

No se pronunciará el Xornal Trueiro sobre una medida que concierne directamente a los pescadores sin que lo haga el propio colectivo o las sociedades afectadas y aunque sabemos que el inmovilismo suele caracterizar a los practicantes de la caña, este merece ser de igual magnitud que aquellos casos contados en los que se dio la cara. De hecho, el plan va a cambiar los precios de los permisos de pesca y llevará parejas las consabidas restricciones en los cebos y señuelos a utilizar en aquellos ríos elegidos para recibir las repoblaciones. Incluso, es de prever, que también cambiará el número de permisos diario.